The sound of Super Bowl. Nuestras 6 actuaciones favoritas
Ensalzada a estas alturas más como un ritual global que como un partido de fútbol americano, la Super Bowl celebra la madrugada del próximo lunes 13/02/23, su quincuagésimo séptima edición (o como lo simplifican los norteamericanos, la edición LVII).
Se trata de uno de los eventos deportivos de mayor alcance mediático del mundo, con un seguimiento de alrededor de 100 millones de espectadores por todo el planeta y otros tantos más participando en las conversaciones físicas y digitales que genera durante las semanas previas y posteriores a su celebración.
Desde su primera edición en 1967, la Super Bowl ha pasado de ser el choque decisivo entre los dos mejores equipos de fútbol americano de Estados Unidos a convertirse en el formato mediático definitivo en el mercado norteamericano y global, erguido alrededor de una clara espina dorsal:
El crossover definitivo entre deporte y espectáculo, en este caso, música.
Pero no siempre fue así. En sus primeros años, el repertorio artístico de la Super Bowl era más bien modesto y solo contaba con la ahora icónica interpretación de ‘The Star-Spangled Banner’, el himno estadounidense, antes del partido. Sin embargo, cualquier parecido con la actualidad sería mera coincidencia: hasta los 90 no lo cantarían vocalistas de primera línea mundial, sino coros militares, marching bands o, a lo sumo, artistas viejunos venidos a menos.
Durante los 80 la Super Bowl empezó a ganar algo de carrerilla mediática y decidió renovar un poco el lineup de sus espectáculos. El entretenimiento que ofrecía el partido entre la primera parte y la segunda, que hasta la fecha servía para amenizar el ambiente en el estadio y poco más, comenzó a mirar un poquito más al mundo, a la cultura pop… aunque de forma algo desbocada.
Por las tarimas de las Super Bowl ochenteras pasaron funciones de lo más pintorescas, como la combinación de personajes Disney con humoristas de los años 50 como Mickey Rooney, la banda musical de la ONG Up With People o un imitador de Elvis, entre otros disparos al aire.
La Super Bowl lo intentó, pero el periodo de tiempo de la media parte seguía estando desfasado.
A pesar de los mediocres espectáculos, el formato seguía funcionando a su manera. El partido siguió creciendo en dimensión deportiva y, con ella, en repercusión económica: el precio medio por inserción publicitaria en la emisión televisiva (la métrica reina en la Super Bowl), nunca dejó de subir a pesar de lo kitsch de la oferta. Sin embargo, como siempre pasa, alguien en algún despacho de algún rascacielos se dio cuenta de algo… y decidió explotarlo.
Rupert Murdoch, el mandamás de la FOX, detectó una oportunidad: por mucho que las audiencias subieran en general, la gente (y en especial, el target más joven, todo un caramelito en los 90) simplemente desconectaban en la media parte.
A pesar de buscar esa relevancia en 1991 con los New Kids On The Block, la Super Bowl no conseguía dar con la tecla. Murdoch decidió pasar a la acción y la debacle invernal de 1992 no hizo sino allanar el camino: ni la gigante Gloria Estefan principios de los 90 pudo salvar ese pastiche de marching bands, bailes infantiles pasados de moda, patinadores en línea y hasta un show de patinaje sobre hielo con los medallistas olímpicos Brian Boitano y Dorothy Hamill.
Justo cuando terminaba la primera parte del encuentro, la FOX contraprogramó un especial del programa de éxito del momento In Living Color, un divertido formato de sketches con Jim Carrey y los hermanos Wayans que triunfaba entre la juventud estadounidense. Pero no solo eso: se trataba explícitamente de un especial en clave de mofa hacia la Super Bowl. Y la vuelta de tuerca final fue que el programa mostraba una cuenta atrás con el tiempo que faltaba hasta que regresara el partido. Esa cuenta atrás se quedó en la broma, porque al parecer nadie la miró: el especial de In Living Color robó más de 20 millones de espectadores al partido de fútbol americano más importante del mundo.
Fue entonces cuando la Super Bowl entendió que no solo de fútbol vive la sociedad y decidió abrirse a la cultura pop y al entretenimiento para apostar, de verdad, por dar al evento el valor añadido que se merecía.
Nacía el halftime show tal y como lo conocemos hoy: un fenómeno mediático internacional que actualmente supera de largo al partido en alcance, impacto y, seguramente, audiencia.
Al fin, los bookers de la Super Bowl se pusieron realmente las pilas e hicieron borrón y cuenta nueva como nunca: pasaron del nefasto show de 1992 a una de las actuaciones más icónicas de uno de los artistas más destacados de todos los tiempos, Michael Jackson. Ya nunca mirarían atrás: el escenario simbólico recibiría año tras año y para siempre hasta la fecha a bandas y cantantes de referencia en todo el mundo… O casi.
Habiendo repasado la historia de la competición y de su repertorio artístico, ya conocemos un poquito mejor el sonido de la Super Bowl. Por música, espectáculo e impacto cultural, estas son nuestras 6 actuaciones favoritas:
El contexto en esta actuación es increíble. Cuando la gente todavía estaba recuperándose de ‘I Will Always Love You’, una de las mejores baladas de la historia, y apenas unos días después del comienzo de la Guerra del Golfo, aparecía Whitney Houston en chándal rojo, azul y blanco para regalar a 250 millones de personas la mejor interpretación del himno nacional de los Estados Unidos de la historia.
Y no es una tarea especialmente fácil. Por su fraseo y sobre todo por su rango, ‘The Star Spangled Banner’ es uno de los himnos más difíciles de cantar. Y por el significado que tiene cantarlo ante el público norteamericano es una trampa mortal para aquellos vocalistas más amantes de las florituras, algo generalmente mal visto en la interpretación del himno y hasta ilegal en Massachusetts. Real.
Dulce, discreta y poderosa, Houston dominaría la canción con sus cambios de registro, su control de la dinámica y su contención, evitando lucirse de buen principio y de alguna forma jugando con las expectativas de los oyentes, que después de tantos años ya anticipaban las notas en las que los amantes de los adornos suelen lucirse, a veces demasiado.
Whitney Houston lo hizo relajada, con energía, criterio y sonriendo, casi mirando a la cara a todos y cada uno de los espectadores con sus ojos juguetones.
Si alguien podía aguantar un plano durante casi un minuto, absolutamente quieto, en un evento en directo televisado para centenares de millones de personas en 86 países, era él.
‘Cuando empiece a quitarme las gafas, arrancamos’, le dijo a su guitarrista Jennifer Batten. Con su electrizante solo y con el beat de ‘Jam’ empezaría uno de los halftime shows más icónicos de la historia. Era principios de los 90 y nadie discutía el estatus de superestrella de Michael Jackson. Solo podemos imaginarnos lo que esa puesta en escena, esa coreografía y ‘Billie Jean’ y ‘Black or White’ harían en los cuerpos de miles de personas, mirando allí delante, con unas cuantas cervezas encima. Michael llevaría la segunda mitad de su halftime show a su mensaje consciente.
De hecho, esa fue su condición para actuar en el halftime show: mientras que la Super Bowl no paga a los artistas por actuar, Jackson sí consiguió que la liga donara 100.000 dólares a su fundación Heal The World. Justamente con ‘Heal The World’ y literalmente rodeado de gente, Michael Jackson cerraría una de las mejores actuaciones de la historia de la Super Bowl con su mensaje de paz.
Janet Jackson, Justin Timberlake, P. Diddy, Nelly, Kid Rock, 2004
¿Cómo íbamos a olvidarnos del nipplegate? ¿Cómo íbamos a dejar fuera uno de los momentos que más ha contribuido a la mística de la propia Super Bowl?
En 2004 la producción del partido regresó peligrosamente a la filosofía pastiche que comentábamos al principio y su halftime show de ese año es el que peor ha envejecido de este ranking. Podemos entender a Nelly saliendo a cantar ‘Hot in Here’ un ratito (al fin y al cabo, era 2004), pero lo de tener a P. Diddy haciendo el peor playback de la historia y de repente pasar a Kid Rock vistiendo un poncho de barras y estrellas… no fue inolvidable.
Y menos aún cuando Janet y Justin podrían haber llevado ese show sin ayuda de nadie más, con hits como ‘All For You’, ‘Rhythm Nation’ o ‘Rock Your Body’, que culminaría con el destete más planificado y demonizado de los últimos siglos. En vez de tratar de asimilarlo, los poderes fácticos rescataron y popularizaron una expresión: ‘wardrobe malfunction’, o ‘fallo de funcionamiento de vestuario’. Esto es historia del mundo.
Que llueva en un concierto no solo es un poco bajón, también pone en peligro la integridad de los intérpretes por la instalación eléctrica y porque el escenario más bonito y reluciente se convierte, mojado, en una trampa resbaladiza.
Pero cuando eres Prince, tu hit más famoso se llama ‘Purple Rain’ y tu actitud es indomable, agarras la lluvia y la conviertes en parte de tu repertorio.
El de Minnesota dio un recital lleno de energía y clase, repasando éxitos suyos como ‘Baby I’m A Star’, versionando el canon rockero americano con ‘Proud Mary’ de Creedence Clearwater Revival o ‘Best Of You’ de Foo Fighters y hasta invocando al mismísimo Jimi Hendrix con ‘All Along The Watchtower’, original de Bob Dylan.
La lluvia, hasta entonces tímida, aparecería con más fuerza al final y aportaría esa pizca de magia que nadie puede controlar, pero que suele aparecer cuando el momento lo merece.
‘Purple Rain’ en las manos mojadas de Prince, el Artista con mayúscula, pondría al estadio y al mundo entero a sus pies en uno de los clímax más poéticos de la historia del entretenimiento.
“Hay que perseguir la excelencia, hay que cortejarla con toda nuestra fuerza y con cada gota de esfuerzo que tengamos día a día”.
Con el estadio a oscuras y este discurso de Vince Lombardi (el entrenador que ganó la primera Super Bowl) resonando por todas partes arrancaba el show de Beyoncé en 2013, toda una declaración de intenciones y un presagio de lo que vendría.
Cuesta decir si 2013 fue el máximo apogeo de Beyoncé (ha tenido tantos), pero su actuación en el halftime show de ese año bien podría serlo.
Con una puesta en escena brutal bañada en fuego, cuero, garra y sensualidad, Bey dominaría el estadio a base de bien con absolutos hits como ‘Run The World’, ‘Crazy In Love’ o ‘Baby Boy’ y, por si tal despliegue no fuera suficiente, la aparición estelar de Kelly Rowland y Michelle Williams para entonar ‘Bootylicious’ una vez más como Destiny’s Child.
¿Cómo va a salir mal un halftime show de la Super Bowl si empieza con ‘God Bless America’ en los labios y pulmones de Lady Gaga subida al techo del estadio, mirando a cámara y sobre un cielo de drones con luces azules, blancas y rojas?
Nos da igual que fuera un montaje de edición: lo único que podría mejorar algo así sería un espectáculo absolutamente icónico con saltos tipo rana, suspensiones en cables, una dirección creativa de lujo y bueno, el setlist perfecto: ‘Poker Face’, ‘Born This Way’, ‘Telephone’, ‘Just Dance’, ‘Million Reasons’ y ‘Bad Romance’.
Y eso sí que no se puede falsear. Lady Gaga se comería otro escenario más, esta vez más grande y más a la vista del mundo que nunca, con un despliegue de energía y talento solo igualado por su carisma.
Para nosotros eso es justo lo que hace especial a Lady Gaga: la superestrella del pop nunca termina de eclipsar a la mujer entusiasmada que, simplemente, se lo pasa bien.
Que entre estrofa y estrofa de ‘Million Reasons’ saludara a su padre y a su madre en directo solo es otra capa de magia más en la que para nosotros es la mejor actuación musical de la historia de la Super Bowl.