Hide and Seek

Da igual si ya la conocías en 2005, si la encontraste por el sample de Jason Derulo o si la sacaste de aquél icónico momentazo en The OC.

Aquella voz robótica captó tu atención y si te paraste a escuchar unos segundos, te diste cuenta: Hide and Seek de Imogen Heap es la canción más triste del mundo.

Otra más, porque ser la canción más triste del mundo no es un galardón ni un trofeo exclusivo que solo una pueda poseer. Es un mood. Y nos encantan los moods: disfrutarlos y también desmenuzarlos para ver cómo y por qué funcionan.

Hide and Seek también es la canción más famosa de la cantautora, compositora y productora inglesa Imogen Heap. Publicada en su segundo álbum Speak For Yourself  (2005), se trata de una canción pop a capela sin más acompañamiento que algo de delay, reverb y un armonizador, una unidad de efectos que recibe su voz y la multiplica según los acordes que ella misma pone en su teclado. Es este dispositivo lo que le da a las voces armonizadas esa textura metálica.

Desde el primer verso conectamos con ese coro de voces manipuladas que, sin un tempo ni un compás claro, parecen explorar, divagar por el territorio de la canción.

“Where are we? What the hell?”

Sola en ese arreglo minimalista y a la vez acompañada por su coro robótico, Heap arranca su lírica a pecho descubierto, abriéndose paso por esa armonía gruesa, vibrante, cargada de tensiones como el “what” del segundo verso. Suena raro… ¿verdad? La voz principal raspa con las de debajo evocando pesadumbre, abatimiento.

Eso es una tensión: la fricción expresiva de una nota que choca con las demás y busca dejar de hacerlo, es decir, resolverse (en este caso, lo hace en “hell”). Hide and Seek está llena de ellas: llaman nuestra atención y pueden apoyar tremendamente el mensaje o la carga de una letra.

La canción más triste del mundo, al menos la que hoy nos ocupa, no lo es precisamente por ofrecer el enésimo matiz novedoso del mismo cliché desgarrador.  

La primera de sus tres partes presenta a una narradora aturdida, desorientada, que describe las consecuencias de una discusión doméstica. Al contrario que en la música pop de manual, que suele rebajar la energía en las estrofas para luego impulsarla en los estribillos, Heap concentra la carga y el volumen en las estrofas (la exposición) y reduce los estribillos a gemidos, casi susurros:

“Hide and seek… Trains and sewing machines

All those years… They were here first”

Lo que debería aportar una respuesta o al menos un complemento a las estrofas queda aquí ahogado por uno de los versos más tristes de la historia escondido a plena luz: trenes y máquinas de coser es lo que vería una niña escondida dentro de un armario, jugando al escondite, o más bien huyendo de una discusión. La amargura del estribillo termina con la narradora susurrando para sí misma que alguien ya estaba ahí antes.

Armada hasta los dientes de música, empatía y expresión, Heap consigue que cualquiera pueda asimilar observaciones anecdóticas como esta y traducirlas en sus propias emociones. Como decía David Bowie, “el arte es inestable. Su significado no es necesariamente el que su autor quiere. No hay una voz acreditada, sino múltiples lecturas.” 

La segunda estrofa arranca con mayor energía para apoyar ese nuevo matiz en la historia: ya sabemos mejor qué pasa. Heap aporta otra observación exquisita (“Oily marks appear on walls where pleasure moments hung before”) pero en una voz vehemente, más proyectada. Acusa a alguien de tomar el control (“the takeover”) y reniega de la falta de sensibilidad de su entorno mientras su mundo se derrumba… A nadie parece importarle.

Esa falta de empatía nos trae de regreso al estribillo, pero al repasar de nuevo la triste imagen de los trenes y las máquinas de coser, la propia Heap se interrumpe a sí misma sentenciando “Oh, you won’t catch me around here”. Renuncia volver a ese lugar. 

Es el punto de no retorno: la narradora exprime hasta la última gota de tristeza para lamentar con un hilo de voz las consecuencias del drama (“blood and tears”).

Vacía de angustia y poseída por una nueva energía más retadora, convoca a su coro metálico para levantar un muro vocal en un clímax abrasivo que te seguirá poniendo la piel de gallina para siempre:

“They were here first.”

Si la primera parte de Hide and Seek nos describe una narradora reconstruyéndose después de la tormenta, la segunda, el puente, es mucho más transparente. No es casualidad que este pasaje sea más pegadizo y tarareable: 

“Mm, whatcha say? Oh that you only meant well (well of course you did)

Mm, whatcha say? Mm, that it’s all for the best (of course it is)

Mm, whatcha say? Mm, that it’s just what we need (and you decided this)

Mm, whatcha say? / Mm, what did she say?”

Son argumentos, ataques, reproches. Es la narradora desafiando al causante del drama, a su condescendencia, burlándose de sus respuestas vacías y preguntándose sarcásticamente qué opina ella, a quien desvela como la víctima. Aunque el trasfondo no ha cambiado, el tono definitivamente lo ha hecho. Nada mejor que un tempo más marcado y una melodía memorable para dejar las cosas bien claritas.

Solo cuando Heap agota sus energías termina el clímax… aunque tal explosión no lleve a ningún lugar. La narradora afronta la tercera parte de la canción, el desenlace, en clave de nana siniestra con melodías infantiles que dibujan de forma saltarina el triste resultado del proceso: poca o ninguna comunicación, excusas huecas y palabras para quedar bien a través de la metáfora de las notas de secuestro hechas con palabras recortadas de periódicos. 

“You don’t care a bit.”

Solo cuando termina la canción nos damos cuenta de algo que nos ha acompañado de manera prominentemente durante todo su desarrollo: el silencio.

De nuevo en contra de las bases del pop, que generalmente huyen de él para que en los hits siempre esté pasando algo, Heap se dio cuenta de que ese aire y ese espacio no solo daban vida a la canción, sino que además eran vehículos de la historia ubicando a la narradora, describiendo su estado emocional y, en pasajes como los estribillos, hasta ser su voz interior. Heap diseñó el silencio de la canción convirtiendo el sonido de sus respiraciones en otra capa o arreglo más y experimentando con efectos como reverb y delay como recursos narrativos.

Aunque tuvo clara la estructura básica de Hide and Seek desde el principio y fue capaz de grabar un primer pase en 5 minutos, sería este trabajo artesano de refinamiento sónico lo que modelaría la canción hasta dar con la letra, el sonido y el mood perfectos.

¿El resultado? Un despliegue de criterio. Un cóctel de buenas decisiones, tomadas algunas por el corazón a través de los gustos estilísticos de su compositora, y otras por la cabeza a través de su conocimiento y de su experiencia. Y nadie con algo de empatía musical es inmune a una canción pop así de rica: si no te engancha la textura metálica en su voz.

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