5 concept albums modernos esenciales

Aunque hoy nos parezcan sofisticados ejercicios de expresión musical moderna, a menudo acompañados de grandes universos temáticos y estéticos, los concept albums contemporáneos que analizaremos al final del artículo son herederos directos de una práctica que, aunque alcanzó su punto álgido en los años 60 y 70, viene de siglos atrás.

Pero antes de repasar esa herencia musical, debemos hacernos la pregunta: ¿qué es un concept album?

Un concept album o álbum conceptual es una colección de canciones en formato disco que comparten una temática y/o una narrativa transversal a todas sus pistas. Cuando un artista publica un disco, la mayoría de canciones que lo conforman suelen provenir del mismo detonante de inspiración: a veces un suceso personal, una etapa en la vida o, simplemente, un mensaje o un ansia expresiva.

En los concept albums, sin embargo, ese despliegue temático se suele hacer algo más evidente a través de su título, de su portada y dirección de arte, del nombre de sus canciones, del contenido de las mismas o del tipo de instrumentos que emplea, por ejemplo. The Wall, de Pink Floyd (1979), es el ejemplo más fácil de ver: es una rock opera que habla del muro metafórico entre lo que el artista siente y expresa y lo que llega al público.

Su despliegue conceptual empieza en su título y en su portada (un muro) y transita por sus canciones a través de un personaje, Pink, que en cada pista repasa distintas fases dramáticas de su vida para tratar de entender el punto de ansiedad y aislamiento en el que se encuentra. 


La conocida como música programática fue un enfoque musical europeo nacido durante los siglos XVI y XVII cuyo objetivo era instrumentar conceptos o ideas narrativas más allá de la propia música. Al contrario que la llamada ‘música pura’ (ligada estrechamente a la expresión personal del compositor), las ideas narrativas de la música programática bebían a menudo de obras literarias y también se construían sobre sucesos históricos, viajes, celebraciones y observaciones culturales o relacionadas con la naturaleza.

¿Te suenan Las Cuatro Estaciones de Vivaldi o Los Planetas de Holst? Son ejemplos clásicos de colecciones de piezas musicales unidas por un concepto o temática central: la primera describe con música las diferentes estaciones y la segunda instrumenta los caracteres astrológicos de los distintos planetas.

La idea de presentar una colección de canciones unidas temáticamente no es nueva, sino más bien al contrario. ¿Y si te dijéramos que tiene como 400 años?

Esta práctica sobreviviría durante siglos hasta llegar al nacimiento de la tecnología para grabar música, que dio a luz a la industria musical y, con ella, al foco en producir (convertir en producto tangible) ideas sólidas y atractivas para vender, primero en formato single y luego en formato largo o  LP. Artistas como Woody Guthrie o Frank Sinatra fueron de los primeros en publicar estos ejercicios conceptuales, el primero con Dust Bowl Ballads (1940) todavía publicado en varios singles y el segundo, con In The Wee Small Hours (1955) que ya contó con edición en vinilo de 12 pulgadas tal y como los conocemos hoy en día.

El formato explotó en las décadas siguientes: los cambios sociales de los años 60 y 70 impulsaron la inquietud expresiva de bandas pioneras como los Beach Boys (Pet Sounds, 1966) o los Beatles (Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, 1967). Años más tarde, en 1971, Marvin Gaye publicó What’s Going On, que se convertiría en álbum conceptual esencial por su sonido y por su comentario social sobre un veterano que regresa de la guerra de Vietnam a los Estados Unidos y se da cuenta de que todo ha cambiado.

La popularización de la televisión musical y del videoclip hizo que la tendencia volviera a los singles y que los años 80 y 90 vieran un descenso en la producción de concept albums. No sería hasta finales de los 90 y la década de los 00 que géneros modernos como el hip hop o el punk rock llegaron a su madurez y dejaron concept albums como el disco homónimo de Deetron 3030 (2000) o American Idiot, de Green Day (2004).

Años después, la aparición del paradigma del mp3 y las descargas digitales volvió a minar, de nuevo, la creación de álbumes con focos temáticos amplios, aunque la saturación de ese mercado provocó la respuesta contraria en algunos artistas que no se conformaban con colar singles pegadizos en los iPods de la gente. Para elevar su propuesta expresiva, gente como Bon Iver exploró el desamor y la autorreflexión en su For Emma, Forever Ago (2008), un álbum rústico e íntimo concebido en una cabaña remota. Otros artistas como la norteamericana Janelle Monáe propusieron enfoques más grandilocuentes en proyectos como Metrópolis (2007 - 2013), una suite afrofuturista en varias entregas; otros construyeron álbumes conceptuales sobre la desigualdad e injusticia social como Good Kid, M.A.A.D City (2012) o To Pimp A Butterfly (2015) de Kendrick Lamar.

Estas importantísimas referencias nos traen, por fin, hasta la actualidad. ¿Cuáles son algunos de los álbumes conceptuales definitivos de los últimos 10 años? ¿Qué líneas narrativas emplean? ¿A qué suenan?

Nos quitamos el sombrero de historiadoras y nos ponemos el de curators de vuelta.

Estos 5 concept albums modernos esenciales.

Tyler the Creator, IGOR

2019

Podríamos decir que IGOR es el disco de madurez de Tyler, la clásica reflexión que cualquiera se hace cuando se mira al espejo con cierta edad, por muy punki o rebelde que haya sido.

El concepto del disco es la transformación personal explicada a través de procesos como el amor, el desamor, la expresión y el autodescubrimiento.

En IGOR, Tyler contrapone estos temas delicados e introspectivos con una producción árida y energética que juega con los beats y la instrumentación para enmarcar los diferentes moods: hip hop contemporáneo en temas como ‘Igor’s Theme’ o ‘What’s Good’,  R&B tradicional en ‘Earfquake’ y ‘Are We Still Friends?’ y deconstruido en ‘Gone, gone / Thank You’ o ‘Puppet’ y hasta reminiscencias neo-soul y jazz en ‘New Magic Wand’.

El rapero y productor californiano nos abre la puerta en IGOR a un gran repertorio expresivo de energías, ritmos, samples y velocidades diferentes, pero siempre dentro del mismo concepto de crecimiento personal. 

Beyonce, Lemonade

2016

El sexto disco de la artista es una respuesta maestra al famoso refrán anglosajón ‘Si la vida te da limones, haz limonada’.

Beyoncé se sirve de esta máxima optimista para contar su historia de resiliencia emocional como mujer negra a través de momentos de amor, dolor, perdón y empoderamiento.

La cantautora explora los vaivenes de su identidad ante los episodios de éxito, fracaso y traición de su vida personal y profesional. Para ello, el R&B de la norteamericana brilla en hits como ‘Formation’ o ‘Sorry’ y se mezcla con el poderío consciente de Kendrick Lamar en ‘Freedom’, la actitud rock de Jack White en ‘Don’t Hurt Yourself’, la lírica profunda de James Blake en ‘Forward’ y hasta el country en ‘Daddy Lessons’.

Lemonade es Beyoncé saliendo a flote es con la ayuda de sus referentes y figuras inspiradoras.

Grimes, Miss Anthropocene

2020


Jugando desde el título con los conceptos de ‘antropoceno’ (la época de la humanidad) y ‘misantropía’ (el odio hacia el propio ser humano), Miss Anthropocene, el quinto álbum de Grimes, es un alegato sobre temas como distopía, apocalipsis y la fricción entre tecnología y naturaleza y cómo estos inciden en su identidad propia y en sus relaciones.

La canadiense combina pasajes melódicos y descriptivos como ‘Delete Forever’ o ‘You’ll miss me when I’m not around’ con piezas más vanguardistas que parten de un sonido hyperpop hasta llegar a nuevos ángulos como ‘Darkseid’, un trap industrial con la rapera taiwanesa Pan, ‘Violence’, a ritmo de electrónica de baile, o ‘4 AEM’, que alarga sus vocales bañadas en reverb hasta explotar en forma de Drum & Bass. Miss Anthropocene es un tecnomanifiesto pop desafiante, hecho a medida para expresar qué significan para ella los retos del futuro.


Frank Ocean, Blonde

2016

¿Te imaginas hablar de concept albums modernos y no tocar la obra de Frank Ocean? Impensable. Frank es el arquetipo de artista misterioso e impermeable que convierte en oro todo lo que toca desde su reclusión.

El segundo disco del norteamericano es la introspección de Ocean y su exploración emocional puesta en un escaparate.

Blonde explora el amor, la nostalgia, la identidad y la sensibilidad en un rico conjunto de canciones R&B, soul y electrónica. ‘Nikes’ habla sobre el materialismo y la masculinidad, ‘Pink & White’ reflexiona sobre la mortalidad y ‘Godspeed’ nos revela una ruptura amistosa. ‘Nights’, al contrario, expone los altibajos románticos de una relación de Ocean, además de incluir uno de los beat changes más icónicos de la historia del R&B. 

Difícilmente un disco se puede poner más conceptual que Blackstar, el réquiem de David Bowie escrito por David Bowie y publicado el día de su 69 cumpleaños, solo dos días antes de su muerte.

El álbum final del inglés es un enigmático ejercicio de introspección sobre espiritualidad, expresión, legado y mortalidad.

Blackstar repasa estos conceptos en la rica línea ecléctica de Bowie, dando lugar a lo que muchos críticos definen como ‘la aventura más alejada del pop del inglés’.

Bowie reflexiona sobre su viaje vital a través del art rock expresivo (‘★’ y ‘Lazarus’), de importantes influencias jazz (‘I Can’t Give Everything Away’) y hasta de toques industriales (‘Girl Loves Me’).

¿Quién si no David Bowie para llevar su ansia experimental hasta su mismísimo epitafio?

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