Mirando a México: 5 álbumes de artistas alternativos mexicanos

Después de conquistar y dominar los charts globales durante años, la música latina contemporánea goza de tan buena salud que ya ha entrado en la siguiente fase de su dominio: ya no solo participa en el mainstream mundial fusionando el reggaeton con el pop y el trap, sino que desde hace un par de años está volviendo a poner en el mapa géneros más tradicionales como la bachata, la cumbia, el bolero y, más recientemente con el ascenso a la fama de Peso Pluma, el corrido mexicano.

Este último, que empezó a ganar tracción mundial gracias a la aparición del narcocorrido en Breaking Bad hace 10 años, nos ha llevado hoy de viaje mental y musical a México, por donde hemos paseado primero entre su historia musical, luego entre sus escenas actuales y finalmente entre sus artistas para ver qué se cuece en sus casas, estudios y escenarios.

Como pasó en la gran mayoría de países latinoamericanos, la música ya estaba muy presente en el territorio mexicano antes de la llegada de las expediciones europeas. Lo estaba, sobre todo, en forma de música ritual religiosa, interpretada por voces e instrumentos de producción artesanal como percusiones y flautas. El desembarco español y los asentamientos coloniales hicieron que durante el Virreinato Español (desde 1535 hasta 1821) esa música regional fuera entrando cada vez más en contacto con la tradición musical europea y sus distintas oleadas estilísticas, principalmente el barroco (de 1600 a 1750) y el clasicismo (de 1730 a 1820).

En 1821 México obtuvo por fin su independencia y la onda expansiva de nacionalismo llegó hasta la música. Con ella se fue gestando la identidad musical mexicana durante todo el siglo XIX, combinando esas herencias regionales con formas musicales europeas asimiladas como el vals y la polka, muy presentes aún hoy en día en géneros puramente mexicanos como el norteño, el corrido o la ranchera. 

Ese tránsito del siglo XIX al siglo XX y la apertura política del país al mundo terminaron por llevar esa música al plano mundial. Canciones como ‘Cielito Lindo’ de Quirino Mendoza (1882), ‘La Cucaracha’ (~ 1910, autoría desconocida) y más tarde ‘Bésame Mucho’ de Consuelo Velázquez (1940) serían los primeros grandes hits globales de la música mexicana. 


Durante los años 50 y 60 se produjo un intercambio bilateral con el pop y el rock & roll de los Estados Unidos: mientras que la música del norte de México se colaba en el sur y en la costa oeste del país vecino a través del imaginario country, bluegrass y rockabilly, los hits comerciales de la radio, jóvenes, modernos y rompedores, se convertían en la enésima influencia de la música mexicana, dando lugar a un fenómeno (seguramente global) que conocemos bien en España: los éxitos de la radio norteamericana, traducidos y cantados en español. Artistas más aventureros como Carlos Santana, además, emigraron hacia el norte, donde pudieron fusionar la música latina y mexicana con el rock & roll y el jazz en su propio campo de cultivo.

De vuelta en México, el crecimiento de la industria musical hizo también que surgieran las primeras grandes figuras mediáticas de la canción. En los 70 fue gente como José José, Juan Gabriel o Armando Manzanero quienes acercaron el libreto clásico de los boleros y las baladas a un público cada vez más grande. De los 80 nacería la siguiente ola de estrellas internacionales como Vicente Fernández o Ana Gabriel y Luis Miguel, que mantendrían esa balada tradicional mexicana incorporando en ocasiones influencias pop, o bandas 100% orientadas a la música popular como Flans y las teen bands Timbiriche y Menudo (de donde salió Luis Miguel).

Este último, dicen, fue el único gran cantante de su generación que no se pasó al crossover norteamericano en la siguiente década. Y es que los años 90 fueron el mayor pico de popularidad de la world music y de la música latina hasta la fecha. Con una industria musical ya billonaria y una televisión con MTV en cada casa, una extensísima generación de artistas latinoamericanos explotó en las listas norteamericanas. Alejandro Fernández tomó el testigo de su padre como embajador de la balada ranchera clásica por todo el mundo; bandas como Café Tacvba y Maná integraron el rock en su sonido y solistas como Thalía o Paulina Rubio (ambas ex-Timbiriche) fusionaron estilos mexicanos y latinos en formatos pop (la primera) y más rock y electrónico, la segunda.

Esta influencia Latin pop seguiría imparable en el mainstream pasado el cambio de milenio y hasta se empezaría a infiltrar en el hip hop, que llegó a su madurez entre 2000 y 2004. 

Mientras los grandes nombres de la balada romántica mexicana y del pop siguieron dominando el género, surgieron nuevas propuestas rockeras (Sin Bandera), alternativas (Jesse & Joy), teen bands (RBD) y solistas de corte más singer/songwriter como Julieta Venegas, Ximena Sariñana o Natalia Lafourcade, que integraban de diferentes maneras su herencia musical mexicana a géneros musicales cada vez más ricos y eclécticos. 

Como pasó en gran parte del mundo durante el tránsito a la década de 2010, el alcance global de Internet hizo que esas corrientes musicales se enriquecieran aún más y se fueran fragmentando en nuevos nichos y sonidos. Ya no solo las propuestas más alineadas con lo comercial gozaban de difusión: estilos regionales como la banda y el norteño volvieron a ganar popularidad y la llegada de los sonidos electrónicos y urbanos dio lugar a la siguiente generación de artistas que explicaban su ADN mexicano a través de fusiones y arreglos cada vez más libres.

Y así llegamos a la actualidad, donde termina nuestra rápida inmersión en la música mexicana para dejar paso a la búsqueda de algunos de esos artistas y álbumes que, más o menos alejados del mainstream, también merecen su momento de gloria. 

Hoy te recomendamos 5 álbumes de artistas alternativos mexicanos, que además reseñamos en la nueva entrada de nuestro blog (link en bio).

Daniel, me estás matando

Grandes Éxitos en Boleroglam vol. 2 (2021)

Imposible encontrar una mejor descripción de su música que la que el propio dúo de Ciudad de México emplea en el título de su obra. Grandes Éxitos en Boleroglam vol. 2 es eso: la herencia bicentenaria del bolero, vista a través de un foco más popero y moderno.

Pero ojo: lejos de deconstruir o remezclar a lo grande y rimbombante, Iván De la Rioja y Daniel Zepeda apenas decoran el vaivén y el sonido romántico del bolero con percusiones y arreglos pop electrónicos discretos pero cargados de criterio.

En su hit ‘Lo Hice, Te Dejé’, lo hacen con micro percusiones sintéticas que dan a la pieza un nuevo bounce; en ‘Hoy No’, con la chilena Mon Laferte, cuelan una discreta línea de 808s disfrazados de contrabajo y en ‘Hace Mucho Tiempo’, la canción con más carga electrónica del disco, el dúo agarra el bolero y lo sube a hombros de una pesada base trap a medio tiempo en un beat switch exquisito. Por esta fusión electrónica y también por piezas más canónicas como ‘¡Ay Loloncho!’ estilo cumbia o ‘No Sabía’ con el Niño de Elche, destacamos Grandes Éxitos en Boleroglam como una actualización bien chida de la tradición musical mexicana.

Carla Morrison

El Renacimiento (2022)

Después de un parón de 7 años desde su último álbum Amor Supremo de 2015, la cantautora mexicana presentó en 2022 ‘El Renacimiento’, un manifiesto sobre el trabajo personal y la importancia del cuidado de la salud mental.

Esta temática queda clara desde ‘Hacia Dentro’, la obertura del LP, y recorre tantos matices del pop alternativo y del R&B contemporáneo como etapas tuvo esa exploración interior.

Mientras que piezas como ‘Soñar’ o ‘Contigo’ evocan momentos más internos y reflexivos, Morrison apela a las melodías pegadizas y a los beats electrónicos para convertir los aprendizajes obtenidos en declaraciones de intenciones, como hace en ‘No Me Llames’, ‘Diamantes’ y ‘Obra de arte’.

Para nosotros esa es la clave de El Renacimiento: cuanto más memorables y pegadizos los aprendizajes, más sanan y mejor pueden ayudar a otras personas.

Ed Maverick

Eduardo (2021)


En un terreno más denso y sesudo encontramos eduardo de Ed Maverick, un concept album sobre los altibajos del autodescubrimiento personal.

La voz profunda del cantautor nos lleva por principios, desarrollos y finales a través de un folk lento y oscuro que trae ecos de la música tradicional mexicana al slowcore de guitarra acústica. ‘Hola, ¿como estás?,’ nos presenta el vínculo entre dos personas, que se van separando a medida que suceden tracks cargados de reflexión y sensibilidad como ‘mantra I’ y ‘II’ o ‘contenta’ y su contrapartida ‘atnetnoc’, la misma canción sobre separación pero desde el otro punto de vista.

Es el momento más experimental del LP junto con ‘¿POR QUÉ LLORAS?’, la bisagra temática del LP en la que Ed Maverick mueve el foco al después, a la gestión de esas emociones en su vida pública actual como músico. Al final, eduardo es la honestidad de alguien sensible que no entiende nada pero está dispuesto a leerse hasta la última página del manual.



León Larregui

PRISMARAMA (2023)

El tercer disco en solitario del líder de la banda mexicana Zoé, publicado hace un par de meses, es una colección de 15 pistas soleadas que veranean en un sonido indie pop con adornos desérticos y neo psicodélicos.

Dentro de ese espacio, las canciones de PRISMARAMA visitan diferentes casas y nunca se presentan con las manos vacías. En el álbum domina la música luminosa y playera desde la intro cumbiera de ‘Incendio de Amor / Carmelita’ hasta canciones como ‘Amantes’, ‘Holidays’ y ‘Llàgrimes’, dedicada a Barcelona.

Sin embargo, también tiene momentos de flirteo con el synth pop de los 80 y 90 (como la psicodélica ‘Chromoscopic Avenue’ con Giorgio Poi o ‘Su Majestad la Eternidad’ con riff a lo Khruangbin) y para algo más de pegada fuzz estilo Tame Impala como en la potente ‘Quetzal’, que además incluye versos en náhuatl, el idioma nativo utoazteca. Esta es la fusión colores, formas y patrones que da nombre a PRISMARAMA.

Maura Rosa

Duerme, y te cuento

En un mood mucho más íntimo e introspectivo está el EP de Maura Rosa Duerme, y te cuento, una colección de música, como ella misma declara, “para esconderte del mundo”.

La artista de Tijuana desarrolla este tono reflexivo en una paleta de sonidos downtempo diseñada alrededor de pianos, pads y dos grandes protagonistas: los beats y las vocales con efectos.

Los primeros se encargan de enmarcar las canciones, a veces tomando formas modernas como un simple pulso 4 x 4 (‘Tocando Puertas’) o los ritmos rotos estilo Kid A de Radiohead de ‘Cafetera’ o ‘Despertada’ y otras, adoptando una estética más lofi como en ‘Palacio’ o ‘En el inter’, que abre el EP.

La voz de Maura, la otra protagonista, resuena vaporosa al más puro estilo dream pop en algún lugar entre la intimidad de Mazzy Star, la cinemática de Lana del Rey y la manipulación vocal tipo The Blaze en ‘En el inter’. 

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