FKA Twigs
Para nosotras, determinados álbumes figuran, ya no como hitos de la industria musical, sino de los registros del arte contemporáneo.
Hace 2 años, FKA Twigs alzó una obra maestra que solo podría tipificarse como un ejemplar artístico sin precedentes.
En Magdalene, convergen referentes extraídos de la religión católica, el espíritu de sujetos como Kate Bush y su ruptura con Robert Pattinson. Dichas realidades se materializan a través de una de las producciones más sobrecogedoras de la historia reciente de la música.
Magdalene franquea la disyuntiva entre el dominio del raciocinio y el de las emociones con un proceder rupturista: el carácter emotivo y lacrimógeno al que evocan sus escenas contrasta con una conciencia melódica minuciosa y rigurosa.
Su esplendor en toda dimensión artística imaginable también se extrapola a las implicaciones personales de su trasfondo: Twigs, que fue educada en un colegio católico, descubrió en María Magdalena la efigie que le permitió reinterpretar su feminidad e, incluso, su sexualidad.
El apartado conceptual y estético no solamente se hallan respaldados por una proyección musical a la altura de su grandiosidad, sino que es su propia construcción sonora la que permite impulsar sus configuraciones visuales.
La carta de presentación de Magdalene era la encargada de darle cierre. Cellophane, se convirtió en una de las baladas más tristes que se hayan editado en los últimos tiempos. Un ejercicio vulnerable que adelantaba el grado de ambición del proyecto venidero.
La brevedad de Magdalene, que no alcanza ni tan siquiera los cuarenta minutos de duración, contribuye al incremento de su accesibilidad y, además, facilita el proceso de constante descubrimiento que caracteriza a sus escuchas posteriores.